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La casa que nunca fue (poema al Gatogordo)


Nunca fueron las escaleras interminables,
ni las paredes que, si escuchabas,
gritaban nunca;
no era su trozo de acera
donde dos veces al mes
se veía vivo el arte;
no fue nunca el ambigú,
ni el patio donde a menudo ni un alfiler,
nunca fue la terraza
desde la que hablaba Baudeleire,
ni fueron nunca las máscaras,
esas que nunca me pongo
-lo siento-.

No fue nunca la casa
que nunca fue
sino el silencio de los presentes,
al tiempo que se les eriza el vello,
la voz de los actores
que a veces incluso
también silencio,
las carcajadas que retumban
contradiciéndolo,
y esa sensación
de estar en casa,
aunque la casa sea lo de menos
porque nunca fue ella,
siempre fue el Gatogordo.

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