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Nocturna


Nocturna,
recolectora incansable de ánimos,
luna hiena
hecha en balde,
como a posta,
pero en balde.

Te busco los ojos,
nocturna,
pero se te hunden en la calavera
y nada se me clava más
que esa ausencia.

Se adivina de entre tus dedos
el estupor blanco,
humeante de óxido y derrumbamiento
con el que le caes a la mañana.

Toda ruina, nocturna,
así te vistes
y sales a la calle
sabiéndote incontestable,
y con sordo estrépito te abalanzas
sobre las flores
que ceden a tu peso
y se te rinde el mundo;
se te rinde, Nocturna.

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