No se nos acaban las ganas de matarnos,
de quitarnos la vida para ver que,
en efecto,
somos frágiles;
no nos cansamos
de ahogarnos en charcos de sangre,
de tener las manos manchadas;
manchadas de nombres propios,
de menos mal que no hay un dios,
de barbarie civilizada,
civilizadora,
pestilente.
No se nos acaban el sadismo,
la envidia, ni la mezquindad:
pareciera que lo trajeramos todo en la piel
como un segundo traje
que nos reviste,
que nos es.
Se nos acaban la calma,
el tiempo,
la humanidad.
de quitarnos la vida para ver que,
en efecto,
somos frágiles;
no nos cansamos
de ahogarnos en charcos de sangre,
de tener las manos manchadas;
manchadas de nombres propios,
de menos mal que no hay un dios,
de barbarie civilizada,
civilizadora,
pestilente.
No se nos acaban el sadismo,
la envidia, ni la mezquindad:
pareciera que lo trajeramos todo en la piel
como un segundo traje
que nos reviste,
que nos es.
Se nos acaban la calma,
el tiempo,
la humanidad.
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