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Metas


Para qué es la pérdida
sino para el encuentro,
para qué esos ojos tristes
que se van, errantes, por los linderos,
sino para llegar a cualquier parte
a descansar los huesos
y sentir que, por fin,
se ha muerto.

A mi patria se le hace ya
largo el destierro,
que ahora mora a la deriva
rehén de bucaneros,
errante,
y con el semblante severo.

El cielo está del color de los almendros,
y yo toco un piano negro
que tiene en el costado las cosquillas
y los pies hechos de durezas
que lo delatan viajero.

A este río anónimo
le veo poco más que las mejillas,
que desbordan con vigor
el latir breve de las partituras.

Para qué la pérdida,
sino para el reencuentro,
para qué esos ojos tristes
que se van, errantes, por los linderos.

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